Sociedad Chilena de Medicina Familiar

Las otras víctimas de la pandemia SARS-CoV-2

Presentamos para su difusión el artículo escrito por la Dra. Gladys Caro, socia de SOCHIMEF y el Dr. José Vergara, en el contexto de la pandemia COVID-19.

Dra. Gladys Caro Lovera, Medica de familia, Jefa Depto. Medicina Familiar, carrera Medicina sede de La Patagonia,  Universidad San Sebastián

Dr. José Vergara Olavarría, epidemiólogo, docente carrera de Medicina sede de La Patagonia,  Universidad San Sebastián

Las víctimas secundarias y cuaternarias de la pandemia por Covid-19, están invisibilizadas en la frenética adopción de medidas, muchas veces de dudosa fundamentación, destinadas a focalizar todos los recursos de equipos de salud de Hospitales y Centros de atención primaria en la preparación y tratamiento de los afectados. Naturalmente, estas decisiones representan un esfuerzo bien-intencionado de plegarse a la respuesta organizada que, liderada por la autoridades sectoriales, se orienta a contener y mitigar los efectos derivados del avance de este fenómeno sanitario.

En este escenario, absolutamente sin precedentes por su complejidad social,  epidemiológica y de atención de salud, es fundamental tener claridad del rol  que corresponde a cada nivel de la red sanitaria, de manera de que el enfrentamiento del sistema de salud a la pandemia se emprenda de la forma más eficiente, integrada y coherente posible. Así, en los Hospitales de mediana y alta complejidad se deben implementar recursos para confirmar oportunamente los casos, asegurar la protección de los equipos que proporcionan atención y cuidado a los pacientes, reforzar la disponibilidad de tecnologías de soporte vital tales como ventiladores mecánicos, y otros. Por su parte, los Centros de Salud de Atención Primaria, más que nunca, deben ser capaces de establecer un equilibrio entre sus roles curativo y  preventivo.

En otras palabras, estamos convencidos que los Centros de Salud de Atención Primaria no sólo deben dirigir sus esfuerzos en beneficio de las víctimas primarias de la pandemia, pesquisando casos, derivando adecuadamente a quienes entre ellos requieran tratamiento hospitalario, sino  que además, deben cautelar por razones clínicas, éticas y de salud pública, que no se intensifique el daño de las victimas secundarias y cuaternarias de esta pandemia, esto es, de todas aquellas personas que sufren o incuban algún  problema de salud de otra índole, quienes cursan con enfermedades crónicas no trasmisibles, posibles alteraciones en las distintas etapas del ciclo vital, y otros.

Existe el riesgo de que, sin una adecuada racionalidad de salud pública, con decisiones poco meditadas que destinen apresuradamente y en forma excluyente todos los recursos de los centros de salud al Covid-19, a la espera del “gran momento” del peak epidémico, se esté incurriendo en despropósitos tales como suspender actividades preventivas y curativas imprescindibles. Parece instalarse la creencia de que, para detener la pandemia, es necesario dejar de hacer todo lo que no sea atención de morbilidad respiratoria.

¿Pero puede la APS dejar de realizar sus actividades preventivas?
En un país en el que sólo un  3% de sus habitantes tiene un alto nivel de comprensión lectora, donde la evaluación del desarrollo psicomotor señala que el 30% de los niños y niñas está en riesgo y un 11% presenta retraso, con mayor prevalencia en el nivel socio económico bajo, es fundamental nunca perder  de vista que la intervención temprana es las acción más efectiva para reducir el fracaso escolar y la necesidad de servicios educativos especiales. En ese contexto, ¿es realmente posible dejar de hacer Control Niño Sano?

Como se sabe, en nuestro país la prevalencia de ECNT es muy alta: 43% de HTA en población mayor de 40 años, 10% de Diabetes Mellitus II atendiéndose en APS  más del 80% de los portadores, los eventos cardiovasculares en etapas avanzadas de ERC podían ser entre 3 a 4 veces mayores que en la población general, etc. Parece casi innecesario mencionar que el 70% de las defunciones anuales se deben a la sumatoria de enfermedades del sistema circulatorio (27%), tumores malignos (25%), patologías del sistema respiratorio (10%) y causas externas como accidentes lesiones autoinflingidas (8%), y que durante el año 2018 fallecieron 24.919 personas en la  lista de espera por patologías no GES. Es válido preguntarse, entonces, ¿es verdaderamente posible detener todas las acciones preventivas de la etapa adulto y adulto mayor?

Por su parte, en lo que concierne a la diada materno-fetal, hay evidencia que los hijos nacidos de madres sin controles de embarazo tienen 3 veces más riesgo de nacer con bajo peso y 5 veces más probabilidades de morir en el proceso de embarazo, parto o periodo neonatal. El 60 %  de las muertes que ocurren en el período fetal tardío se deben a infecciones maternas no tratadas, hipertensión y crecimiento fetal deficiente; casi un 99% de las defunciones maternas ocurre en entornos de escasos recursos, y la mayoría puede prevenirse, realizando CPN en embarazadas y embrazadas adolescentes. Ante esta realidad, ¿es posible privar a las embarazadas de su derecho al Control Prenatal?

No hay duda que los más afectados por las medidas extremas de restricción de la atención en APS serán los mismos de siempre, la población socialmente más vulnerable, los beneficiarios de los Centros de Atención Primaria públicos. No sólo porque entre los beneficiarios de la APS se concentran los grupos de mayor riesgo, sino por todo lo que la APS está dejando de hacer. Mientras tanto,   los sectores acomodados seguirán accediendo a sus controles preventivos en centros privados de salud, los niños serán atendidos por sus pediatras y las mujeres por sus obstetras.

La decisión de los Departamentos de Salud Municipal y Centros de Atención Primaria  respecto de ir equilibrando su atención entre lo preventivo y curativo, no puede responder sólo a la urgencia pandémico, o al clima de miedo fomentado por los medios de comunicación y redes sociales, o por la presión de unos cuantos,  sino que debe responder a una adecuada ponderación basada en una lógica sanitaria, la responsabilidad social y el compartimiento  real de la pandemia en los territorios.

Es necesario entender que el impacto de la pandemia, estará modulado por el  perfil epidemiodemográfico de nuestro país, con lo que hacemos y lo dejamos de hacer como sociedad  y como agentes de salud.


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